Madonna regresa, pero ella nunca se fue. Después de 30 años gobernando el pop, nos cuenta la verdad sobre atreverse.
Por Madonna
¿VERDAD O ATREVIMIENTO?
Esto es una frase pegadiza que me asocian. Hice un documental con este título y desde entonces se ha enganchado a mi como un matamoscas. Es un juego divertido de jugar si estás dispuesto a arriesgarte como normalmente estoy. Aunque debes jugar con un grupo de gente inteligente o acabarás besándote con todos los de la habitación o dándole una mamada a una botella de Evian.
Por Madonna
¿VERDAD O ATREVIMIENTO?
Esto es una frase pegadiza que me asocian. Hice un documental con este título y desde entonces se ha enganchado a mi como un matamoscas. Es un juego divertido de jugar si estás dispuesto a arriesgarte como normalmente estoy. Aunque debes jugar con un grupo de gente inteligente o acabarás besándote con todos los de la habitación o dándole una mamada a una botella de Evian.
La gente suele escoger “verdad” cuando es su turno porque se puede mentir sobe uno mismo y nadie tiene porque saberlo, pero cuando te retan tienes que hacerlo. Hacer algo atrevido es una proposición aterradora para muchas personas. Por alguna extraña razón, eso se ha convertido en mi razón de ser.
Si no puedo ser arriesgada en mi trabajo o en mi forma de vivir no veo el por qué de estar en este planeta.
Esto puede sonar extremista, pero cuando crecía en un suburbio en el Midwest todo lo que necesitaba comprender era que el mundo estaba dividido en dos categorías: la gente que seguía el status quo e iba sobre seguro y la gente echaba las convenciones por la ventana y bailaba al ritmo de un tambor diferente. Me arrojé dentro de la segunda categoría y pronto descubrí que ser un rebelde y no conformarse no le hace a uno muy popular. De hecho, hace lo opuesto. Te ven como un personaje sospechoso, un alborotador, alguien peligroso.
Cuando tienes 15 años esto puede ser incómodo. Los adolescentes por una parte quieren encajar y por otra quieren ser rebeldes. Beber cerveza y fumar porros en el aparcamiento no era mi idea de ser rebelde ya que era lo que todo el mundo hacía. Nunca quise hacer lo que todo el mundo hacía. Pensaba que molaba más no afeitarme las piernas ni el sobaco. ¿Para qué nos lo dio Dios? ¿Por qué los chicos no tenían que hacerlo? ¿Por qué estaba aceptado en Europa y no en América? Nadie pudo contestar a mis preguntas de una manera satisfactoria así que fui más allá de los límites. Me negué a llevar maquillaje y me puse pañuelos en la cabeza como una rusa campesina. Hice lo opuesto a lo que todas las demás chicas hacían y me convertí en un repelente de hombres. Desafié a la gente a que les gustara yo y mi inconformidad.
Esto no resultó muy bien. La mayoría de la gente pensó que era extraña. No tenía muchos amigos, podría decir que ninguno, pero al final resultó. Cuando no eres popular y no tienes vida social te da tiempo para pensar en tu futuro, que para mi era ir a Nueva York a convertirme en un artista de verdad y poder expresarme en una ciudad de gente inconformista, disfrutar, menearme y agitarme en un mundo rodeado de gente atrevida.
Nueva York no fue todo lo que pensaba que sería. No me dio la bienvenida con los brazos abiertos. En el primer año me apuntaron con una pistola, me violaron en la azotea de un edificio a la que subí con una navaja en mi espalda y entraron en mi apartamento a robar tres veces. No sé por qué ya que no tenía nada de valor después de que se llevaran mi radio la primera vez.
Los edificios altos y la gran escala de Nueva York me fascinaron. Las espectaculares aceras, el ruido del tráfico y la electricidad de la ajetreada gente por las calles fueron un shock para mis neurotransmisores. Me sentía en otro universo. Me sentía como un guerrero abriéndose paso entre la multitud para sobrevivir con la sangre bombeando en mis venas. Estaba lista para sobrevivir. Me sentía viva.
También estaba asustada y horrorizada por todo el olor a pis y vómito, especialmente el de la entrada del tercer piso de mi edificio. No estaba preparada para eso ni para toda la cantidad de vagabundos que había por las calles. Intentaba ser una bailarina profesional, pagaba mi alquiler posando desnuda para clases de arte. Miraba a la gente que me miraba a mi desnuda. Retándoles a que me vieran como algo más que una forma que ellos intentaban capturar con sus lápices y carboncillos. Era desafiante. Ocupada en sobrevivir. Era duro y me sentía sola. Me tenía que retar cada día a seguir. A veces me hacía la victima y lloraba en mi habitación de tamaño de caja de zapatos y con una ventana que daba a una pared, mirando pájaros cagar en los ventanales. Me pregunté si esto valía la pena pero después me enderecé y miré una postal de Frida Kahlo pegada en mi pared. Ver su mostacho me consolaba porque era una artista a la que no le importaba lo que pensaran de ella. La admiraba, ella era atrevida. La gente se lo puso difícil. La vida se lo puso difícil. Si ella pudo, entonces yo también podía.
Cuando tienes 25 años es algo más fácil ser atrevido, especialmente si eres una estrella del pop porque se espera un comportamiento excéntrico. En esa época ya me depilaba debajo de mis brazos pero también me ponía tantos crucifijos en el cuello como pudiera llevar y le decía en entrevistas a la gente que lo hacía porque pensaba que Jesús era sexy. La verdad es que él era sexy para mi, pero también lo decía para ser provocativa. Siempre tuve una extraña relación con la religión. Soy una gran creyente en los comportamientos rituales siempre y cuando no hieran a nadie. No soy una gran fan de las normas aunque no podemos vivir en un mundo sin orden. Para mi hay una diferencia entre reglas y orden. Las reglas es lo que la gente sigue sin cuestionar. El orden es cuando las palabras y los hechos unen a las personas y no las separan. Sí, me gusta provocar, está en mi ADN, pero nueve de cada diez hay una razón en ello.
A los 35 ya estaba divorciada y buscando el amor en todos los lugares equivocados. Decidí que necesitaba ser algo más que una chica con dientes de oro y novios mafiosos. Necesitaba ser algo más que una provocadora implorando a chicas que no se fueran con el segundo mejor. Empecé a buscarle sentido y un propósito real a la vida. Quería ser una madre pero me di cuenta que solo porque era una luchadora de la libertad ya estaba cualificada para criar a un hijo. Decidí que necesitaba tener una vida espiritual y es entonces cuando descubrí Kabbalah.
Dicen que cuando el estudiante está listo, aparece el profesor. Me temo que este cliché se aplica también a mi. Este fue mi siguiente periodo atrevido. Al principio me sentaba detrás de todo de la clase. Solía ser la única mujer y todo el mundo parecía estar muy serio. La mayoría de los hombres llevaban traje y kippahs. Nadie se dio cuenta de mi, parece que a nadie le importaba y eso me pareció bien. Lo que el profesor decía me sorprendió, resonaba conmigo, me inspiraba. Hablábamos sobre Dios, el paraíso y el infierno pero no sentí que me hicieran tragar dogma religioso. Aprendía sobre ciencia y física cuántica, leía en arameo y estudiaba historia. Me descubrieron una antigua sabiduría que podía aplicar a mi vida de una manera práctica. Por una vez, se animaba a hacer preguntas y debatir. Era mi sitio especial.
Cuando el mundo descubrió que estaba estudiando Kabbalah fui acusada de unirme a una secta. Fui acusada de haber recibido un lavado de cerebro, de dar todo mi dinero. Fui acusada de todas las cosas más extravagantes.
Si me hubiera vuelto budista, puesto un altar en mi casa y empezara a cantar “Nam-myoho-renge-kyo” nadie me hubiera molestado. No quiero ser irrespetuosa con los budistas, pero Kabbalah enojó a mucha gente y creo que lo sigue haciendo. El hecho de que estudiara la interpretación mística del Antiguo Testamento e intentara entender los secretos del universo no era dañino para nadie. Solo iba a clase, tomaba notas en mi cuaderno de espiral y contemplaba mi futuro. En realidad estaba intentando convertirme en una mejor persona.
Por alguna razón, eso enfadó y puso a alguna gente muy nerviosa. ¿Estaba haciendo algo peligroso? Me forzó a preguntarme: ¿es intentar tener una relación con Dios atrevido? Puede que lo sea.
Cuando tenía 45 años estaba casada, con dos hijos y viviendo en Inglaterra. Considero que mudarse a un país extranjero es un acto muy atrevido. No fue fácil. Solo porque hablamos la misma lengua no significa que hablemos el mismo idioma. No comprendía que aun existiera un sistema de clases. No entendía la cultura de los pubs. No entendía que ser abiertamente ambicioso era un problema. Una vez más, me sentía sola. Aun así lo intenté y encontré una manera de disfrutar el humor inglés, la arquitectura gregoriana, el pudin de café y la campiña inglesa. No hay nada más bonito que la campiña inglesa.
Después decidí que tenía vergüenza de ricos y que había muchos niños sin padres o sin familias para quererles. Solicité a una agencia de adopción internacional y seguí toda la burocracia, esperando como hacen todos los que empiezan los tramites de adopción. En la mitad del proceso una mujer de un pequeño país llamado Malawi se acercó y me contó sobre los millones de niños huérfanos por el SIDA. Antes de poder decir “Zikomo Kwambir” ya estaba en el aeropuerto en Lilongwe dirección al orfanato de Mchinji, donde conocí a mi hijo David. Y este fue el comienzo de otro atrevido capítulo de mi vida. No sabía que intentar adoptar a un niño iba a desatar otra tempestad. Pero así fue. Fui acusada de secuestrar, traficar con niños, utilizar mi estatus de celebridad para saltarme la cola, sobornar a empleados del gobierno, brujería, lo que sea. ¡Ciertamente hice algo ilegal!
Esta experiencia me abrió los ojos. Fue uno de los peores momentos de mi vida. Puedo hasta entender que la gente me lo ponga difícil por simular masturbarme en el escenario o por publicar Sex, incluso por besarme con Britney Spears en unos premios. Intentar salvar la vida de un niño no es algo que pensara que iba a ser castigada. Mis amigos intentaron animarme diciendo que era como los dolores del parto que todas tenemos cuando damos a luz. No me consoló mucho pero en cualquier caso,
Lo superé.
Sobreviví.
Cuando adopté a Mercy James, me puse la armadura. Intenté estar más preparada. Me reforcé. Esta vez una jueza de Malawi me acusó de no ser una madre aceptable ya que estaba divorciada. Gané el caso. Me llevó casi otro año y muchos abogados. Me atacaron pero esta vez no dolió tanto como la otra vez. Cuando miro atrás, no me arrepiento ni un solo momento de la lucha.
Una de las muchas cosas que he aprendido de todo esto:
Si no estás dispuesto a luchar por lo que crees, entonces ni entres en el ring.
Diez años después, aquí estoy, divorciada y viviendo en Nueva York. He sido afortunada con cuatro hijos estupendos. Les enseño a pensar fuera de lo común, a ser atrevidos, a hacer las cosas porque es lo correcto y no porque todo el mundo lo hace. He empezado a dirigir películas y es una de las cosas más estimulantes y gratificantes. Estoy construyendo escuelas para niñas en países islámicos y estoy estudiando el Corán. Creo que es importante estudiar todos los libros sagrados. Como dice mi amiga Yaman, un buen musulmán es un buen judío y un buen judío es un buen cristiano y así. No podría estar más de acuerdo. Aun así, para algunos esto es muy atrevido.
Y mientras la vida sigue (gracias a Dios por ello), la idea de ser atrevido se ha convertido en la norma para mi. Por supuesto se trata de percepción porque preguntar, desafiar las ideas de la gente, sus sistemas de creencias y defender a aquellos que no se pueden expresar con libertad se ha convertido en parte de mi vida diaria. En mi libro, esto es normal.
En mi libro, todos hacen algo atrevido.
Por favor, abre este libro. TE RETO.
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