Cuando parecía que el festival
languidecía, apareció Madonna. A la mañana, un centenar de periodistas
se quedó afuera del estreno de su opera prima como directora, Filth
& Wisdom. A la tarde, en los alrededores de la sala de
conferencias se respiraba el denso aire de un megarrecital: periodistas
montando guardia en la puerta una hora y media antes de lo establecido,
una cola infinita, gritos, histeria. Y, en la calle, cientos de
adolescentes y no tanto esperando fotografiar a la cantante, actriz,
autora de libros para chicos, y ahora cineasta. Que apareció, como
corresponde, con 40 minutos de demora.
Enfundada
en un elegante vestido negro, llegó flanqueada por el elenco del filme,
dispuesta a protagonizar el show de las preguntas y las respuestas.
Ella sabe que, bien manejada, una conferencia de prensa es el escenario
ideal para vengarse del periodismo; es el momento para burlarse de las
preguntas estúpidas o mal formuladas, la oportunidad de mostrar quién es
la estrella, quién vende: quién tiene el poder. Con una sonrisa irónica
a flor de labios, Madonna se encargó de calificar cada consulta, de
decir si era muy larga, inteligente o no tanto. Eso sí: con gracia y
encanto.
Como
la película, que con un ritmo ligero cuenta la historia de tres
perdedores con grandes ilusiones y una estrecha realidad. A.K. es un
inmigrante ucraniano cuyo único objetivo es convertirse en una estrella
al frente de su banda, Gogol Bordello, pero trabaja de travesti
dominador; el papel es interpretado por Eugene Hutz, líder real de ese
grupo punk balcánico, de moda en Nueva York. Sus compañeras de
departamento son Holly (Holly Weston), bailarina frustrada que se
convierte en stripper; y Juliette (Vicky McLure), que sueña con ayudar a
los niños pobres de Africa mientras se aburre detrás del mostrador de
una farmacia.
Madonna contó que puso en los
personajes una alta dosis autobiográfica. "La película es sobre la
dualidad de la vida, y la lucha con esa dualidad. La suciedad y la
sabiduría parecen lo opuesto, pero no lo son tanto. Podés aprender y
encontrar luz en los dos lugares: hay sabiduría en la suciedad y
suciedad en la sabiduría. Si miro al principio de mi carrera, me puedo
acordar de los momentos de lucha que atravesé, y los puse en la
historia. Todos los personajes tienen algo de mí, especialmente Holly:
crecí queriendo ser bailarina y al llegar a Nueva York descubrí que
había miles de chicas que querían hacer lo mismo, y que me sería difícil
dedicarme a eso, que tendría que hacer otras cosas para pagar el
alquiler. Ella se dedica a bailar en el caño; yo hice otras cosas".
En
tren de recuerdos, habló de su infancia y adolescencia: "Crecí en el
Medio-Oeste de los Estados Unidos, en lo que percibía como un ambiente
convencional, de mentes estrechas. No crecí en un mundo donde la gente
fuera alentada a ser diferente. Cuando mi maestro de baile me llevó por
primera vez a un boliche gay, me sentí como en casa: ahí todos eran
diferentes, pero eran aceptados". Pero los personajes, aclaró, no sólo
reflejan su pasado: "A pesar de mi éxito material, todavía me siento
como ellos, lucho por encontrar mi camino, diferenciar el bien del mal,
ver las cosas como son, no dejarme engañar por las ilusiones. Vacilo
entre la luz y la oscuridad".
Aunque
seguirá cantando, este es sólo el primer paso de Madonna en el cine: el
próximo, según anunció, es un documental sobre Malawi -el país africano
donde adoptó un hijo- que se estrenará en Cannes. También hubo tiempo
para que hablara de sus roles de madre y esposa ("¿quién dijo que
casarse y tener hijos significa que no haya más erotismo en la vida?").
El final fue de fogón: el excéntrico Hutz desenfundó su guitarra y tocó
un funk sobre inmigrantes ilegales. Por una vez en la noche, los
aplausos no fueron para Madonna.
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